Para comenzar una nueva etapa en Telekomor, era necesario revisar la etapa anterior. Uno de los proyectos pendientes consistía en la publicación de la tira en papel. Como capricho, como brindis al sol, para tocar a la criatura en el mundo real. Era el año 2009, y mi amigo Guillermo me puso en contacto con un poeta amigo suyo, que también ejercía como modesto editor, el malagueño Antonio Muñoz Quintana. Recuerdo que Guille me dijo «yo os presento, pero vosotros os entendéis.», con esa capacidad visionaria fruto de su inteligencia, muchos kilómetros en la mochila y un puñado de buenos amigos. Mi relación con Antonio fue breve e intensa, lo recuerdo compartiendo cervezas en reuniones en las que me transmitió mucho más entusiasmo y ambición de lo que yo mismo le prestaba a este humilde divertimento. Su afán por hacer un buen trabajo de edición con Telekomor era encomiable, sobre todo debido a las grandes carencias de un material tan friki como este. Se empeñó en cambiar la tipografía de todas las viñetas (Dios Mio, algunas tiras usaban comic sanserif!!), corregir algún gazapo y volver a maquetarlo todo. Sólo tuvo alabanzas para mi trabajo y en ningún momento intentó influenciar en las decisiones del autorcillo, por equivocadas que estuvieran. Quizás porque era más poeta que editor y que conocía la importancia de que cada palabra, por pequeña que sea, debe permanecer en el sitio que decides. Por circunstancias, el proyecto no llegó a buen puerto. Lo que más me frustró aquel entonces fue haber perdido la oportunidad de darle vida a Telekomor. Me despedí de Antonio con la sensación de que quizás nuestros caminos no volverían a encontrarse y con un puñado de puntos adicionales en mi karma que no compensaban mi autoestima.
Acabo de enterarme por casualidad que Antonio falleció el 24 de Octubre de 2014 en Málaga. Sólo con 45 años, casi mi misma edad. Aunque la noticia me ha impactado, nuestro encuentro fue tan breve que no voy a ejercer de falsa plañidera. Pero me ha hecho reflexionar un poco sobre quienes somos, a lo que dedicamos nuestros esfuerzos. Sobre el material que están hechos nuestros proyectos, nuestras ilusiones. Sobre cómo nos relacionamos con los demás, cómo los juzgamos. Fue una pena que aquel año no se convirtiera en el comienzo de una gran amistad. Mi sensación que nuestros caminos no se encontrarían nunca más se ha convertido en una realidad irreparable. Te das cuenta que la generosidad no tiene precio aunque tenga un coste. Que un alma de poeta como la de Antonio tiene muchas dificultades para salir adelante en un mundo como este. Que todo va más rápido de lo que imaginamos. Me doy cuenta que no he perdido la oportunidad de darle vida a nada, porque la vida está en otro sitio, en las personas que nos rodean durante el breve tiempo que estamos aquí.
No recordaba que conservo la maquetación completa de Telekomor. Mi intención es publicarlo con la edición de Antonio Muñoz Quintana a título póstumo, como un brindis a los pequeños momentos que compartimos con personas irrepetibles.
Va por tí, Antonio, hasta siempre.