Casi llegando a la cincuentena es una idea loca fabricarse un traje de Batman. Pero precisamente por ello, por ser absurda, infantil, se convierte en un acto de rebeldía, de libertad, de auténtico lujo.

El mundo «cosplay» -que para el que no lo sepa consiste en realizar por ti mismo un disfraz lo más fiel posible al personaje original- es muy friki, pero también es muy divertido, creativo y laborioso. Siendo como soy un amante de los disfraces, por su carga de diversión y trasgresión que llevan, algún día era inevitable que hiciera una incursión en el mundo del cosplay. Bueno, en el 2015 realicé mis primeros pinitos en Halloween.
Sólo que lo he visto tan friki, meta-friki, que he sentido al principio vergüenza ajena. Dedicar tiempo a esto puede parecer como desperdiciarlo en una estupidez. Aunque eso de que “no tenemos tiempo” es en realidad mentira.
¿Por qué no lo debería hacer? Si lo hiciera con 18 años sería simpático, apropiado. Si lo hiciera con 70 años todo el mundo fliparía. Si lo hago con casi 50 quizás no se entienda. Si me da la gana hacerlo, ¿por qué no podemos hacer lo que nos de la gana sin molestar a nadie?.
«¿Cuánta gente ha visto las 8 temporadas de Juego de Tronos?. A mi me aburre. Incluso me parece infantil. Pero la gente ha invertido casi 70 horas en su visionado. Y tan normal.»
El caballero Oscuro, casi negro
He invertido mucho tiempo en la construcción, pero me he divertido muchísimo diseñando, solucionando, decidiendo, creando, buscando, mirando, construyendo, moldeando, pegando, cortando, lijando, pintando, cosiendo,… y sobre múltiples materiales: goma eva, madera, gomaespuma, tela, cartulina, papel, cartón, cuerda, plástico. Que cuatro paneles de goma eva y un chapón se acabe convirtiendo en un guantelete automático es casi una cuestión de alquimia artesana.

Que sea justamente ahora tiene dos explicaciones: Por una lado es un asunto puramente escapista, estoy en un momento de mucha tensión y esto es liberador, me ha permitido focalizar mi mente en algo creativo y ajeno a mi realidad. Pero sobre todo, se trata de un proyecto creativo compartido con mi hijo, antes de que entremos en el difícil mundo de la adolescencia. Aquí radica la magia del proyecto. Mi hijo flipa cada vez que se pone su traje de Spiderman. Pero pocos niños tiene un padre tan loco como para convertirse en Batman con sus propias manos. Me ha ayudado en cada fase de construcción, aunque se ha aburrido rápido, lógico. Pero tenemos más proyectos en mente cuando acabe la construcción. Esto se nos ha ido un poco de las manos…